Oscuridad


La noche desgarra mis certezas con uñas
cae el silencio en copos y cubre
la madrugada me sorprende en cuclillas
¿la cama? intacta
sólo un par de alas de mármol
en mis párpados.

Patagonia


En piel de guanaco envolvieron sus pies enormes
y soltaron huellas de cuero sobre la arena
o tal vez Pathagon dejó su cabeza de perro
a orillas del mar.

Tierra de contrastes de vida muerte agua
sequía viento y paz
colosos de piedra o de hielo
misterios fósiles que buscan su nombre
y nosotros la razón
de su magia.


Piedras


No existe el tiempo nada está cerca
ni lejos sólo es
la bahía se aleja se tuerce al oeste
el monte cuela todavía un poco
desprende llamitas en su pelo de niño
pero él camina estudiando formas texturas colores
un paso otro paso se detiene
la elige y la arroja a las fauces
se quiebra el espejo él observa
quieto
vuelve a buscar.

No existe el tiempo nada está lejos
ni cerca sólo es
como las marcas del viento y el agua
sobre las piedras.

El hombre


Sus manos rústicas no saben de libros
hablan de leguas leen la tierra
no conoce el compás tiene las estrellas
sobre su lecho
se le escapan las esdrújulas pero quedan
crepúsculos y océanos
detrás del humo que desprende su mate
sólo observa en silencio
al hombre citadino que habla mucho
y no sabe o no puede
reconocer al sabio
frente a él.


Estepa


El viento arremete desde el oeste y
resopla como potro
un vallado atraviesa el terreno yermo
intenta en vano confinar
(la soledad)
sólo un mar de gramíneas
(yace sometida)
la estepa aún conserva
el pasado de araucarias
(en su memoria fósil).

Círculos



Herida de llanura la mirada
yerra vagabunda, investiga formas
un ojo de buey observa el fuego
en cada ola que rompe
prisionera en un limbo de sal
alguien grita, alguien llora
quiere volver.
Se escuchan las voces de los náufragos
en la comba de los Golfos, como eco
y ballenas que suspiran por sus lomos
las entrañas del mismo mar.
Más lejos la roldana de un aljibe
se queja de sequía
alrededor del fogón una cruz sostiene
la carne tierna del que fuera cordero
otras pastan en un círculo de palos
otras, que hoy son vida y mañana
sangre.
La negrura tiñe las fronteras, borra todo
deja el cansancio iluminado
en rostros que esperan el fin
del ritual.
Como erizos, cantos rodados o
las marcas que dejan las gotas en el polvo
esta tierra vive, late y está hecha
de círculos y sueños.

El baño (fragmento ínfimo)


Se queda inmóvil bajo la superficie calma. Del agua jabonosa emergen sus rodillas como témpanos gemelos. Acaricia la parte sumergida, lleva sus dedos un poco más profundo. Una palma busca su ombligo, se detiene mientras el índice dibuja círculos concéntricos entre los pliegues. Ahora sube un poco y siente algo allí dentro, algo que empuja, quiere salir, como bulbos de azucena bajo la tierra. Hunde su pecho, no quiere ver.

Roces




El desvelo me cubre de hilos finitos, que rozan, me erizan. Prefiero salir. Una espina separa a la ciudad (y a mí) del océano. Mis pies se posan sobre el cemento, avanzan. Una a una, vértebra a vértebra, baldosa a baldosa. El viento helado me enciende la cara y busco refugio. "Praia Baleia" dice el cartel, voy hacia la de siempre. Al fondo, en el rincón, junto al ventanal, y a la salamandra.
Pido un café con leche: Gracias, digo cuando me lo traen. Tras el vidrio, la ausencia engulle mis ojos y no queda más que imaginar. Gaviotas y petreles durmiendo entre olas. Gigantes marinos bamboleándose (igual que yo), como no teniendo dónde ir. El silencio se vuelve blanco entre resoplidos y emanaciones. Y otra vez negro.
La mano. La pluma. La sangre se mezcla y la tinta cae. Manchones en la hoja en blanco dibujan una historia que comienza con una ruta que bordea el mar, y Wish You Were Here.

Cartas y fotos


África. Tantas veces me había contado acerca de aquellas extensiones náufragas, donde perduran las pasiones y los instintos. Yo cerraba los ojos y volaba con ella. Entre flamencos y lagunas. Me protegía contra el viento para que los rinocerontes no olfatearan nuestra presencia. Nos escondíamos para observar a los hipopótamos y nos reíamos al imaginarlos bostezar.
(...)
Era evidente que quien tomó la foto estaba tirado en el piso y muy cerca. Seguramente fue tomada con un gran angular porque la cabeza del león parecía exageradamente grande. Tenía los ojos cerrados, pero no dormía. El cazador posaba invicto, sosteniendo su Springfield con mira telescópica. La otra foto fue tomada un poco más de lejos. Se veía a la pareja y, por detrás, la sabana y algunos arbustos. El cazador seguía de rodillas, en postura de gladiador victorioso. La mujer, de mirada incómoda, apoyaba su mano sobre la bestia dormida. El viento ondulaba la melena del león.