Jueves

El sol va cayendo por detrás y todo

se silencia como manto de nieve

es la hora de la transformación de mis pies

se descalzan para recibirte

los dedos se entrelazan

eléctricos

impulsos viajan hasta mi ombligo

los minutos huelen a aceite de jazmín

pero hoy no sos vos quien se baja

del tren y en mil o en mil quinientos

pasos hace sonar

cada vez más fuerte la sangre

contra los vasos y las sábanas

notarán la ausencia

porque es jueves pero hoy

no sos vos.

Hebras

Se escapan del agua y van subiendo entre lupinos y godecias. Sufren los colores (los padecen) hasta fundirse en el ventanal. Del otro lado, mi abuela borda. Sus manos terminan en pestañas de gacela que cuentan una historia (en punto cruz). La hamaca cruje de ida de vuelta mientras sus ojos (los otros) quedan suspendidos. Mi abuela borda y recitan sus dedos, callan las diagonales.

El fuego acompaña y yo estoy tirada en el puf escuchando la púa recorrer los surcos del vinilo. El libro abierto, sobre mis rodillas. Sissi y Francisco José se casaban en Viena. El aroma a piñas quemadas se enrieda con el de los scones que se hornean en la cocina. Ella me pide que ponga la mesa. Cierro el libro y busco los individuales con flores y los platos y tazas de cerámica pintados a mano. Afuera las montañas no se reflejan. Me impresiona el color de la mermelada de sauco, tan oscuro tan profundo que parecería chuparse quién sabe qué cosa. Tan distinta al velo morado que quedará, un poco más tarde, sobre la masa humeante. Unas abejas petrificadas custodian la miel de algún peligro. Apoyo la tetera en el mármol y caen las hebras. El chorro hirviendo hace que griten. Gritos de anís y de naranja

Mamá avisa que ya está el té. Mi abuela se quita los anteojos y los deja sobre la banqueta, junto al panamá, la aguja cruzada y los hilos. Sus manos estiran su saquito de lana (por los costados) y aplanan algo sutil sobre su vientre. Nos sentamos a la mesa, se sirve el té, nos pasamos la mermelada, el queso, la miel. Tomo un scone con las dos manos, separo las mitades y espero mientras la manteca se derrite.

Intento


Se hinchan mis pulmones al unísono

se deshinchan

como una sucesión de gotas que

van golpeando el cemento

y yo intento olvidar

o no volverme loco

sin avisar las noches

se vuelven días

se abre la única ranura cuando

el cielo se parte al medio

y un plato de comida se desliza

hacia mí

ejercito mis fibras en círculos

hacia el otro lado, a veces

sólo quiero un lápiz

un cuaderno

no, me han dicho

¿temen, acaso, las palabras atrapadas

en esta cárcel de huesos y poca carne?

no entienden al niño del otro lado

que me habla con voz de otoño

me ruega que no olvide

mientras los pájaros invaden

mi celda.

Si volaran los mirlos


Cuando el mirlo voló más allá de mi vista,
marcó el borde
de uno de los muchos círculos

Wallace Stevens

Si volaran en círculos

viciosos

dentro del iris

entonces yo

tendría las plumas

resplandescientes de lágrimas.

Si volaran en el abismo

húmedo

de labios entornados

entonces

yo podría soplar

silencios.

Si volaran de la palma

a la punta

de los dedos entonces

yo no

tendría miedo de cerrar

los ojos.