Pañuelos de seda



Me raspa el cuerpo porque el paso es angosto. Lo oscuro se transforma en grito y la humedad, en frío.
¿Por qué sonreís en vez de abrigarme?
Alguien me envuelve pero sigo desnuda, es por la luz.
Pasan los meses y de vuelta la humedad se pega a mi cuerpo. Pero, esta vez no es mía. Es tuya o de tus ojos que no sé si te pertenecen. Me decís: nos vamos.
¿A dónde?
Primero es alto, después es lejos, yo tengo miedo pero no sé de qué.
Te veo. No te veo. Te veo. No te veo.
¿Vas a volver?
Las voces son dulces pero las palabras, ásperas. Como suelas que se arrastran sobre la madera y yo sólo entiendo el idioma de pies descalzos sobre la hierba.
Día tras día espero y pienso: hoy será. Pero vos no podés abrazarme y después yo ya no aprendo, ni encuentro a nadie que sepa.
Se me agrieta la piel y de pronto extraño la humedad, sin importar si es fría o ajena.
Creo que te das cuenta porque me sumergís, tibia. El agua sube de a poco y me envuelve. Yo todavía no sé preguntar pero si pudiera:
¿Quién apaga la canilla?
Sólo me incorporo y resisto.
Qué suerte que me ponés vestiditos con flores blancas o púrpuras. Yo prefiero estar descalza pero cuando terminás de abrocharme los zapatitos, me das un beso.
Jugamos el juego de las escondidas; vos escondés tus ojos y no me encuentran.
¿Me dejás ganar esta vez?
Jugamos a volver; volvemos las dos pero vos te volvés a ir, sonriente y entusiasmada porque te espera el rey de alguna parte. Yo todavía no sé que quisiera ser la cría de algún antílope para que me salves de sus garras.
¿Me envolvés hasta destemblarme?
El perfume de tus pañuelos es el antídoto de mis miedos pero te olvidaste de olvidarlos en tu ropero. Y los pusiste en la valija.
Los años apagaron tus gritos; papeles de seda envolvieron tus susurros hasta ese último aliento, suavecito y con olor a magnolia. Aspiré profundo, me llené los pulmones, intenté retener todo lo que supe. Y cuando no pude más, exhalé fuerte. Los papeles de seda flotaron hasta posarse sobre el río. Luego, las magnolias y tus pañuelos. Pero tuve miedo y no encontré el antídoto. Me aferré a lo único que quedaba: un grito oscuro. Y se alojó en mi garganta.
Ahora
cansado de resistir, de no poder
gritar
se hizo eco
se hace luz
como una linterna china
flota (busca) el cauce
mientras
yo te digo gracias
y abrazo el abrazo
que no supiste.

Canto de Ballenas


De placenta y de sal

un soplo

empuja a la cría

el primer aliento

se revela río

de leche gruesa

(pezones que desbordan)

en su boca el mar

nutre

escucha voces que no entiende

aún

no sabe de gaviotas

arponeros o piratas

o de lazos rotos

sólo ese chorro espeso

el amparo

de una sombra

son ecos y no ausencias

las voces

susurros contenidos

(como pétalos)

en el canto de otras hembras.

Bajo un agua

Entre aguas sin orillas

oxígenos

sin epitelios

ella se mece

en brazos

muertos de sed

tras sus párpados

de luna

sumergida nada

hacia el infinito

acostado

a sus pies.