Quieta está el agua
en el tablero
vacilan los surcos
no se tocan tampoco
las casillas
una pálida nocturna
la otra
claroscuro de encuentros
de grietas
de gritos que
transforman la sequía
en tajo
a veces la sangre
en río.
Un muro que rodea algo, o alguien (¿tal vez a mí?). Sombras oscuras que se proyectan sobre las piedras pero también un árbol (o dos) y una tierra fértil que ancla, nutre, deja crecer. Pocos elementos. Y la luz. Ya no hay oscuridad cuando la sombra nace de la luz y del árbol. Ya no hay armadura en las piedras que se funden con las nubes.
Un muro, un árbol (o dos), la sombra, la tierra. Y la luz.
Pocos elementos.
Tan simple.
Tan complejo.
(La vida misma).
De eso se trata.
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